“- No puedo hacerlo– Me dice Sergio por decimonovena vez.
– ¿Como que no? ¿Acaso lo has intentado? – Insisto pacientemente después de más de media hora con la misma cantinela.
– No, pero no me va a salir– Vuelve a repetir.
– Sergio, cariño, no sabes si te va a salir porque ni siquiera has probado a hacerlo – Empiezo a ser repetitiva en mis argumentos, pero es que ya no sé qué decir.
– Pero es que yo se que no lo voy a conseguir– Erre que erre con su pensamiento.
– Vaya por Dios, si resulta que tengo un mago en casa que adivina el futuro y yo no lo sabía– Le digo irónicamente sin pensar en las consecuencias de mi frase.
– Muy bien mama, muy bien, encima búrlate– Me dice dando un portazo y saliendo de la habitación.”
Y es que por lo visto la ironía no es la mejor táctica para utilizar en la etapa de la adolescencia, ya que a base de palos he aprendido que lo que resulta irónico para mí, a mi hijo adolescente alterado hormonalmente le supone una ofensa a su persona.
Pero es que últimamente en mi casa las dotes adivinatorias de todos los miembros de mi familia, incluida yo, van más allá de lo normal. Que si sé que no lo voy a conseguir, que sí tengo claro que no me lo va a dar, que si imagino que no le va a hacer ilusión, que si se va a enfadar conmigo…
Lo cierto es que muchas veces tengo la sensación de buscar mas excusas para no intentarlo que argumentos para hacerlo. Porque entre la acción y el deseo de la acción hay un espacio en el que yo muchas veces me pierdo.
El otro día oí hablar del ciclo de la experiencia, ese circulo que se forma cuando, partiendo de un estado de reposo, detecto una sensación en mi cuerpo, al que le sigue darme cuenta de lo que siento y así poder movilizar mi energía hacia la acción, para después ejecutarla y satisfacer mi necesidad, volviendo a mi estado inicial de reposo. Por ejemplo, noto la garganta seca (sensación corporal), tengo sed (me doy cuenta de lo que significa esa sensación), me tengo que levantar a por un vaso de agua (movilizo la energía para llevar a cabo la acción), cojo el vaso de agua y bebo (acción) y calmo mi sed (satisfacción de la necesidad y reposo).
El conocer este funcionamiento de la persona me hizo darme cuenta de cuantas veces no completo este círculo que, por lo visto es innato en el ser humano, y lo corto en alguna de sus fases, quedando la experiencia inconclusa. Pero lo que más me sorprendió fue darme cuenta de en que fase suelo romper este ciclo y porque lo suelo romper.
Y aquí hubo debate en la clase a la que estaba asistiendo y en la que me estaban explicando porque las personas, tenemos experiencias no terminadas que se pueden quedar grabadas en nuestro subconsciente y que podemos revivir en el presente cuando se presenten situaciones similares.
Porque claro, unos no llegaban a la acción, otros no alcanzaban a movilizar la energía, y otros ni siquiera en ocasiones conseguimos darnos cuenta de que significa esa sensación corporal que tenemos. Y es que con las necesidades fisiológicas es mas fácil darse cuenta, pero ¿y con las necesidades emocionales? La sed, el hambre…pero que me decís con el nudo en el estómago, o con la presión en el pecho.
Y la verdad es que inconscientemente buscamos motivos para no completar este circulo en aquella fase qué a lo largo de nuestra vida, desde nuestra infancia hemos aprehendido a romper, ya sea en el darme cuenta, en ponerme en acción, o incluso en encontrar la satisfacción de haber satisfecho mi necesidad y volver a mi estado natural de reposo.
Y si nos paramos a pensarlo, nos daremos cuenta de cómo la mayor parte de las veces siempre nos paralizamos en la misma etapa, aquella que, o bien nos impide ser consciente de lo que nos está pasando, o aquella que nos impide hacer algo para solucionar un problema, o aquella que me permite estar satisfecho con lo conseguido.
Porque muchas veces ni siquiera somos conscientes de nuestras propias necesidades, a veces no conseguimos ni distinguir si lo que necesitamos es amor o descargar nuestra ira. Sin embargo, nuestro organismo nos avisa, y en otras ocasiones no emprendemos acción alguna, y si lo hacemos, disipamos la energía para cualquier lado, sin llegar a enfocarla en la acción que corresponde a satisfacer esa necesidad.
Por tanto, lo primero que voy a hacer a partir de ahora es prestar atención a este ciclo en las distintas áreas de mi vida, desde las más sencillas, como pueden ser la satisfacción de necesidades fisiológicas, hasta las más complicadas como puede ser la satisfacción de necesidades emocionales. Voy a observar donde rompo mi ciclo para poder adoptar nuevas conductas que me permitan no dejar experiencias sin concluir.
Y voy a observar a los míos, sobre todo a mis pequeños, con el fin de que aprendan a seguir este ciclo natural, con el fin de que aprendan a darse cuenta de cuáles son sus necesidades, que sienten al tenerlas, como pueden dirigir su energía a su satisfacción, cuales son las mejores acciones para ello y no se queden atascados en el “No puedo” .