“- Mama es que no se que poner– Me dice Nacho lloriqueando nuevamente.
– Vamos a ver Nacho, sabes perfectamente lo que has hecho mal– Le contesto yo a punto de agotar mi paciencia.
– No seeeeeeeeee– Dice con tono cantarín.
– ¿Qué prefieres que te castigue? Solo te he pedido que reflexiones sobre tu comportamiento, y que me escribas que es lo que has hecho mal, que puedes hacer la próxima vez para controlar esos impulsos de pegar patadas, y que cosas vas a hacer en casa para entretenerte– Vuelvo a explicar por sexta vez.
– Es que no se como ponerlo– Vuelve a insistir enseñándome el folio en blanco.
– Nacho, vete a tu habitación, te sientas y piensas, yo no te voy a decir lo que tienes que poner, eres tú el que tiene que pensar- Repito a punto de arrancarle el folio de las manos.
– Valeeee, pues no me ayudes, que egoísta eres– Me dice dando media vuelta y saliendo de la habitación”.
Bueno, por lo menos no me ha llamado pesada, un nuevo calificativo ronda mi persona.
Un folio en blanco a veces es como una barrera que separa lo que haces y lo que quieres hacer, lo que deseas y lo que quieres conseguir, lo que sueñas y tu propósito.
A veces me siento como un globo que esta pinchado, un minúsculo agujerito, imperceptible al ojo humano, es el causante de que poco a poco ese globo vaya perdiendo su aire, y con él, su objetivo, su fuerza, su propósito hasta que finalmente ese globo se convierte en un trozo de plástico inservible.
Lo cierto es que, para solucionar el pinchazo, lo primero que hay que hacer es encontrar el agujerito…
Y ahí es donde estoy yo, siento que me deshincho y no sé dónde está la fuga, y lo cierto es que voy poniendo parches, pero no he encontrado el dichoso agujerito, así que a pesar de todo sigo perdiendo aire.
Si, si os abro mi corazón os tengo que decir que últimamente, me enfrento al folio en blanco, y tras comenzar varias veces y borrar lo escrito otras tantas, termino cerrando el ordenador, frustrada y un poco más pequeña.
Todas las semanas, me enfrento a las redes sociales, pensando que puedo publicar de interés, que puedo decir, que puedo hacer para conseguir aquello que me propuse hace unos meses, y tras varios intentos de fotos con mensaje en Instagram, publicaciones en Facebook y artículos compartidos en LinkedIn, acabo nuevamente cerrando el ordenador, una vez mas frustrada y un poco más deshinchada.
Día si, día no, me planteo que es lo que tengo que hacer, que es lo que puedo hacer, como lo puedo llevar a cabo, y la verdad es que me esta pesando la soledad del emprendedor, a veces necesitaría una guía, alguien que estuviera a mi lado diciéndome que es lo que tengo que hacer, como lo puedo hacer, incluso si os sois completamente sincera, que lo hiciera conmigo.
Me bombardean las preguntas ¿Qué me está pasando? ¿He perdido la motivación? ¿Qué lo ha causado? ¿Por qué? ¿Qué hacía antes para mantenerme a flote? ¿Y porque ahora no lo hago?.
Al principio sentía sobre todo miedo, incertidumbre, pero la ilusión y la motivación por sacar adelante un proyecto nuevo superaba estos sentimientos, había descubierto mi propósito. Ahora me asaltan pensamientos que antes no tenía, y me repito constantemente que siga intentándolo, que tengo que volver a ser la que era.
Aunque había días que no tenía energía en la búsqueda de este sueño, la persistencia me ayudaba, la convicción de que iba a conseguirlo me hacía seguir adelante. Superaba situaciones que antes ni siquiera me había planteado… y ahora me da miedo hasta levantarte de la cama.
Ahora siento como ese miedo al fracaso, ese miedo a no ser suficiente, ese miedo a no valer y el síndrome de la impostora que me asalta cada vez que me atrapan estos sentimientos me han vuelto a engullir, me han ganado la batalla, y además se han aliado con la soledad y la culpabilidad.
Y si el miedo se convirtió en mi amigo cuando comencé esta aventura, ahora es la apatía la que me ha cogido de la mano, y a pesar de luchar contra ella cada mañana cuando me siento nuevamente ante este folio en blanco, esta emborronando mi vida, apagando mis ganas, colapsando mi mente hasta hacerme prisionera de un letargo físico y mental absoluto.
Y mientras estoy escribiendo esto me doy cuenta de que me vuelvo a posicionar en el victimismo en lugar de aprovechar esto y convertirlo nuevamente en motor para el cambio… como he hecho otras veces.
Porque si, señores y señoras, no es la primera vez que me veo en esta situación, no puedo decir que este experimentando algo distinto a lo que he vivido en otras etapas de mi vida, algo que sea desconocido para mí.
Y se que tengo la fuerza suficiente para salir una vez mas a flote, para que estas últimas semanas se queden en una simple pausa en el camino a recorrer. Se que lo único que tengo que hacer es seguir adelante pasito a pasito, sin culpas, caminando, ahora lento, pero siempre hacia adelante.
Se que tengo que dejar de hacer caso a mis pensamientos, que en definitiva simplemente son esos, pensamientos y que tengo que empezar nuevamente a fijar la vista en el camino, y no en la meta, dejar la culpabilidad y la autoexigencia al lado, pero sobre todo tengo que volver a disfrutar.