“ – Uy, que emoción– Dice Sergio con la boca pequeña.
– ¿Qué chulo verdad? – Le digo rodeándolo por los hombros.
– Sí, y encima la foto, envíamela que me la ponga de perfil – Me dice con nerviosismo.
– Y que vas a hacer con el poster – Le digo sabiendo lo que me va a contestar.
– Hombre, pues colgarlo en la habitación– Contesta con determinación.
– Me encanta la camiseta– Vuelvo a cogerlo para darle un beso.
– Jo, a mí también, es mi camiseta preferida– Esta vez es él el que me abraza.
– Me lo he pasado muy bien contigo Sergio– Le indico emocionada de verlo tan contento.
– Que feliz estoy, mama– Dice con gran entusiasmo.
Y es en este preciso momento en el que me doy cuenta de que la temida adolescencia de mi hijo, también va a tener sus momentos especiales, inmensamente buenos.
Y es que el otro día, acompañamos a Sergio a su primer concierto. Y no, no os creáis que fue un macro concierto de un super famoso. Mas bien todo lo contrario. En una sala pequeñita, en la que no habríamos mas de 70 u 80 personas, escuchando a un rapero poco conocido, pero con una sensibilidad que le lleva a componer canciones cuya letra te deja pensando…
“No hay nada más importante que creernos capaces de superar todo lo que nos venga, encuentra en ti la fuerza para hacerlo, el resto sólo la completa, así que recuerda…
Te tienes a ti, Te tienes a ti…”
Porque a Sergio, hubo una época que le dio por escuchar rap, y si bien hubo algunos cantantes y algunas canciones las cuales a la tercera estrofa le decíamos que la quitara dado que el vocabulario dejaba mucho que desear (“mama a la tercera palabrota quito la canción”), encontró algún que otro rapero al que acabamos escuchando toda la familia…
“Aunque sé que todavía no llegué a mi meta la tengo más cerca de lo que estaba ayer, qué más da que llueva y cale la tormenta, dejé las puertas abiertas pa’ gritar que lo intenté.
Está prohibido rendirse me dije, así que puse mi límite donde no se ve, que fortalecen también las cicatrices si no hay miedo que dirige lo que eliges que quieres hacer.”
Así que, con gran ilusión por parte de mi hijo, y con cierto temor por mi parte (sinceramente no sabía si tenía que vestirme con sudadera y gorra para pasar desapercibida, o esconderme nada más llegar detrás de una columna para camuflar mis bien llevados cuarenta y tantos años) nos dirigimos un domingo por la tarde, a escuchar en directo aquellas canciones que desde hacía algún tiempo se oían en casa y eran tatareadas por todos nosotros.
“…Busca tu destino y para recorrer el camino, pregúntate tres cosas en el orden que te digo: Primero, ¿Quién soy? Segundo, ¿Dónde voy? Tercero, ¿Quién viene conmigo?
No solo era el primer concierto de mi hijo preadolescente, sino también el primero mío como madre acompañante, de ahí que no me esperara encontrar a otros padres y madres en mi misma situación, por lo que mis ganas de pasar desapercibida desaparecieron en cuanto cruce mi mirada con otra madre, la cual no parecía estar muy motivada con la música que sonaba ni con las canciones cuyas letras en muchos momentos me tocaban mi corazoncito.
“Y te quiero pintas de color todo mi cielo, haces que cada mañana sea 14 de febrero, la asignatura pendiente que en septiembre recupero, pero que suspendo siempre sólo por verte de nuevo. Y espero que sigas siendo la luz que me guía y yo el alfarero del sendero de tus alegrías, amarte tan profundo no se explica con teoría y en un beso de un segundo te hago un mundo de poesía”
Así que, sin darme cuenta aparecí, en cuarta fila, acompañando al cantante con pequeños trocitos de letras que de tanto escuchar se habían quedado grabadas en mi memoria (Dicen que las dos mejores formas de aprendizaje son la emoción y la repetición), saltando en aquellos otros momentos en los que con micro en mano nos gritaba que saltáramos, y mirando de reojo a mi hijo, como disfrutaba del concierto.
“Voy a luchar siempre hay opción, los sueños se cumplen lejos de la cama. Voy a intentar sobra ilusión, el destino puede menos que mis ganas. Siempre hablaran, voy a ser YO, se cierra una puerta y abro una ventana. Puedo lograr, ¿quién dijo no? Vas a ser tan grande como tus propósitos”
Y llego el final y con él, el tan ansiado momento de poder hacerse la foto con el cantante, de la dedicatoria en el poster, y de ver como un montón de adolescentes le daban las gracias por su música, por sus letras, por haberse decidido a dar conciertos. Impresionada me dejó un chaval que le dijo como había pasado un momento muy malo en su vida, y como la música y lo que sus canciones decían le habían ayudado a superar cada día.
Y también llegó el tan dichosamente escuchado: “Que feliz que estoy, mamá”
“Que nadie diga que no puedes conseguirlo sigue surcando mares, no pares hasta alcanzarlo, que vencer está en creer en uno mismo, ya salté más de un abismo por pensar que iba a lograrlo Y claro que dolió el pasado, pero lo malo quedó atrás, sé que algo bueno está esperando al otro lado. No me avergüenzo del haberme equivocado, porque no eres lo que logras, eres lo que has superado”
De modo que, mis fantasías me volvieron a gastar una mala jugada, y durante la semana de antes únicamente pude pensar en el ridículo que podía hacer, en que iba a ser la mas vieja del lugar, que no iba a ser capaz de aguantar dos horas de concierto, etc., etc. Cuando la realidad fue que disfruté como si fuera nuevamente adolescente, pero esta vez mucho mejor, porque pude hacerlo con dos de las personas mas importantes de mi vida, mi marido y mi preadolescente.
“Prometo cuidar de mi gente que nada les falte. Salir a comerme el mundo y siempre rap como constante. Que lo que fluye en mi mente, intente convertirlo en arte. Y hacer que lo que más cuente sea el presente del instante “
P.D- Por cierto… el rapero en cuestión se llama Rafa Espino