– Sergio, recoge la habitación por favor – Repito desesperada por cuarta vez
– Ahora voy – Contesta
Al cabo de cinco minutos, y ya alzando el tono de voz le digo:
– Seeergiooo, por última vez, quieres recoger la habitación?? –
– Eres “MUUYYY” pesada mama, pero que “MUUYYY” pesada –
En ese momento, levantó la cabeza y le miro como si de un desconocido se tratase.
En qué momento mi hijito, dulce y cariñoso ha pasado de ser un niño adorable a un PRE adolescente al que todo lo que yo le diga le molesta?
Y es el tono de voz, concretamente del adjetivo “MUUUYYY” el que me deja descolocada. He pasado de ser la mama más buena del mundo a la mama más pesada del universo. Y me vuelvo a preguntar en qué momento a ocurrido ese cambio, y lo vuelvo a mirar de arriba a abajo y si, efectivamente ya no es mi bebe, ese niño rubio que llego cuando nos encontrábamos lejos de nuestras familias, ese niño que aunque no paraba de llorar, cada vez que se reía iluminaba nuestras vidas, ese niño que llamaba “sirol” al “círculo” y “fascicos” a los prismáticos. Y lo vuelvo a mirar, y me doy cuenta de cómo ha pasado el tiempo…y siendo un topicazo, ha pasado demasiado deprisa. Y ahora…y con mi carácter con tendencia a la melancolía, me pregunto si he aprovechado todos los momentos de su infancia, si he jugado lo bastante con el, si le he brindado todo el amor que ha necesitado, si he sido lo suficientemente niña para hacerle compañía en sus ensoñaciones. Y lo vuelvo a mirar….y pienso en la etapa que viene ahora, y me entra el miedo, miedo a no ser capaz de afrontar todos los cambios, miedo a no ser capaz de entender sus reacciones, sus silencios, miedo a no ser capaz de ayudarlo cuando lo necesite, miedo a que empiece a despegarse de nosotros, miedo a sus salidas, a sus compañías, miedo en general. Y mientras pienso…..aparece Nacho y me dice:
– “No eres pesada mamá, eres MUUUYY buena” –