“-Sergio mi amor, que dibujos quieres ver cuando volvamos a casa– Le pregunto a Sergio, que por aquel entonces tenía 3 añitos.
-El “coño” de Little Einstein– Me contesta con su lengua de trapo (para los que no lo sepáis Little Einstein son unos dibujos para niños pequeños de niños músicos y su nave espacial).
Una vez más, si existiera el emoticono de sorpresa con los ojos muy abiertos, lo pondría 500 veces para demostraros mi cara de asombro.
-¿Cómo Sergio? – Le vuelvo a preguntar.
-El capítulo del “coño” de Little Einstein– Me responde mirándome fijamente.
-No te entiendo Sergio, ¿como que el “coño” de Little Einstein?– Le digo no dando crédito a lo que estoy diciendo.
-Si mama, el del “coño”– Me dice insistentemente.
-¿Y de que va el capítulo?– Le pregunto sorprendida.
– La nave espacial, va persiguiendo al “coño” hasta que lo salvan– Me dice muy emocionado.
-¿Y cómo es el “coño”? -Le digo yo mirando hacia los lados, pensando que lo mismo si alguien escucha la conversación, me retiran la custodia.
-Uy mama, ¿no sabes cómo es un coño? – La conversación está pasando de castaño a oscuro.
-No hijo, explícamelo por favor– Le digo susurrando y asustada por su respuesta.
-Como un caballo…………pero con alas, blanco y además tiene un cuerno en la cara– Me dice todo efusivo.
-Ahhhh !!!!!– Digo yo suspirando- el unicornio– Le repito.
-Pues eso, mama– me dice enfadado– El “coño” de Little Einstein.”
Mal pensada, mal pensada, mal pensada, mal pensada, mal pensada, mal pensada.
Y lo cierto es que no se ni cuantas veces me habré tragado ese capítulo cuando Sergio era pequeño, pero en su momento no lo entendí, en vez de pensar como un niño, mi mente empezó a darle vueltas como la adulta que era, lo cual me lleva a la reflexión de hoy: hemos olvidado a nuestro niñ@ interior
Todos llevamos dentro al niñ@ que fuimos, tengamos la edad que tengamos, en nuestro interior existe un niñ@ con virtudes propias de la infancia, pero que con el transcurso de los años, con todos y cada uno de los sucesos que ocurren en nuestras vidas, vamos olvidando, relegando a un segundo plano, Existe dentro de nosotros un niñ@ que muchas veces necesita amor y aceptación, un niñ@ herido, y de adulto podemos ir sanando esas heridas de la infancia, pero también existe un niñ@ con multitud de virtudes que podemos recuperar, la ternura, la creatividad, la inocencia, la capacidad de amar, de olvidar. Todas estas cualidades se encuentran en nuestro interior y de adultos podemos también desarrollarlas para poder vivir plenamente.
Podemos desarrollar la ESPONTANEIDAD, esa que tienen los niños de manera natural y que a medida que vamos creciendo vamos perdiendo, volviéndonos cuidadosos a la hora de expresarnos, eligiendo las palabras, los gestos.
Podemos desarrollar la CAPACIDAD DE ASOMBRO, LA CURIOSIDAD, esa que motiva a los niños a ir aprendiendo día a día, a sorprenderse constantemente y que los adultos vamos perdiendo con los años.
Podemos desarrollar la SINCERIDAD, esa capacidad de decir sinceramente lo que piensan, sin temores al qué dirán, sin temores a fallar a los de nuestro alrededor, recuperar esa capacidad de ser genuinos, de ser reales.
Podemos desarrollar la CONFIANZA, esa que proviene de la inocencia de los niños, porque ellos no piensan mal de los demás, cosa contraria por lo general en los adultos, cuya tendencia es pensar mal, generando desconfianza (“Piensa mal y acertaras, dice el refrán) lo cual nos lleva incluso a desarrollar una especie de malicia que nos hace creer que estaremos más despiertos ante los imprevistos de la vida.
Podemos desarrollar el ENTUSIASMO, esa capacidad de ilusionarse por las pequeñas cosas, por levantarse cada mañana, de vivir como si no existiera el mañana, en definitiva, de simplemente vivir.
Podemos desarrollar la IMAGINACION (y de eso yo sé mucho porque Sergio me lo demuestra día a día), desarrollar la capacidad de ver una selva, en un trozo de jardín, un refugio, debajo de una mesa, o unos animales fantásticos, en la esquina de una habitación, dejando atrás las rígidas estructuras mentales que nos dirigen.
Podemos desarrollar la CAPACIDAD DE PERDONAR, esa que tienen los niños cuando se enfadan con sus amigos y a los cinco minutos están jugando felizmente juntos como si nada hubiese ocurrido, el niño no se queda con el rencor, ese que nos hace sufrir a los adultos.
Y podría seguir con multitud de cualidades que hemos ido relegando a un segundo plano a medida que hemos ido creciendo, cualidades que, en definitiva, nos hacen mejor persona, nos facilitan la vida, y nos llevan a ser más felices.
Así que hoy me propongo un reto: voy a vivir como una niña, voy a ser consciente de todas esas cualidades que mis hijos me demuestran día a día para ponerlas en práctica, y cuando llegue a casa……………. volveré a ver el capítulo del coño de Little Einstein.