“- Mama dile a Sergio que se quite y dame esa mano-Me dice Nacho yendo hacia el colegio.
– Noooo mama, estaba yo, pesado– Responde Sergio con tono amenazante.
– Cógete a esta mano Nacho– Le digo yo, como todas las mañanas, manteniendo la poca paciencia que me queda después de superar la salida de casa hacia el colegio.
– Noo quiero ir a este lado, y pesado eres tú, listo– Contesta Nacho.
– Que me dejes en paz, jope– Grita Sergio.
– Oye que tengo dos manos, hasta por esto vais a discutir, parecéis el perro y el gato– Salto yo, enfadada.
– Yo soy el perro– Dice Nacho con sonrisa de diablo.
– No, yo soy el perro ¡Cállate!– Le contesta Sergio fuera ya de sus casillas.
– No, yo lo dije primero, así que yo soy el perro– Vuelve a replicar Nacho- si tú fueras un perro serias un perro salchicha– Le dice a su hermano partiéndose de risa.
– Basta ya, no quiero volver a oíros hasta mañana- Grito yo…..adiós a mi paciencia.”
No me lo puedo creer, el humo me sale por la nariz pero a la vez me tengo que morder el labio, porque la verdad es que lo del perro salchicha me ha hecho gracia.
Estamos en una época en la que mis hijos tan pronto se odian como se aman, o se pelean hasta por el compartir el aire que respiran o juegan a carcajadas como locos. Son los peores enemigos, o los mejores amigos. Y lo cierto es que son dos seres completamente distintos, que se han encontrado en esta vida, con los mismos padres, viviendo en la misma casa, y compartiendo la mayoría del tiempo de sus cortas vidas.
Leyendo por internet, resulta que las peleas entre hermanos son “buenas”, algo “normal y saludable”, que ayuda a su crecimiento como personas :
“A través de estos enfrentamientos, aprenden a expresar sus sentimientos y a entender los de los demás, a solucionar los conflictos, a compartir, a competir, a auto controlarse, a gestionar relaciones humanas… También asimilan la existencia de normas y reglas, y comprenden que éstas son diferentes en función del grupo social en el que se encuentren”
Genial, pero que nos ocurre a nosotros, los padres, cuando desde que se levantan hasta que se acuestan, todo se convierte en un conflicto. Gritos, insultos, lloros e incluso algún golpe. ¿Soy la única a la que estas situaciones le crean ansiedad y que, en muchas ocasiones, me son difíciles de gestionar? Porque al final, siempre alguno acaba enfadándose conmigo por defender al otro, y yo enfadándome con los dos.
Y va y resulta que según el Sr. Google, lo que nunca hay que hacer es lo que yo hago en todas las ocasiones:
El emoticono de sorpresa lo tengo plasmado en la cara, junto con el de madre culpable y el de mala madre.
Así que esta vez, doy un giro a la propuesta de esta semana. Os propongo que me digáis tácticas para gestionar estas situaciones ya que por lo visto no lo estoy haciendo muy bien, o mejor dicho lo he hecho de la única forma que sabía, pero espero cambiar y con vuestra ayuda adquirir nuevas estrategias.
Un consejo………..no os metáis en internet para recabar información……….es un mata autoestimas