“- Mami, ¿Cuánto queda para que venga Papa Noel– Me pregunta Nacho nada más despertarse para ir al colegio.
– Tres semanas, mi vida– Le respondo sabiendo con certeza que comienza la serie de preguntas diarias hasta que llegue la tan ansiada fecha.
– ¿Y para que vengan los Reyes Magos? – Vuelve a preguntar.
– Pues cinco semanas – Le digo pacientemente.
– Y…– Dice bajando el tono de voz y callándose automáticamente.
– ¿Y qué cariño? – Le digo sabiendo lo que quiere preguntar.
– ¿Dónde vamos a celebrar Noche Buena este año? – Me pregunta con ternura.
– En casa, cariño, en casa– Le respondo con cierta tristeza.
– Mama– dice asomándose por la ventana y mirando el cielo siendo aún de noche– ¿Ves esa estrella? – Me dice señalando la estrella que más brilla.
– Si amor, la veo– Le respondo sabiendo lo que me va a decir.
– Pues esa estrella es la abuelita desde el cielo que nos está cuidando, y en Nochebuena, nos mirará para celebrarlo con nosotros- Me dice cogiéndome la cara y dándome un beso de esos que reconfortan el alma.
– Si mi amor – le digo abrazándolo con todas mis fuerzas– Este año nos mirará desde el cielo y estará en nuestros corazones todos los días de nuestras vidas.”
Porque la Navidad es lo que nosotros queramos que sea, podemos dejarnos llevar por el dolor y la tristeza, o podemos construir algo nuevo, solo depende de nosotros.
Y no quiero ponerme triste, pero la realidad es la que es, y estas van a ser las primeras Navidades sin mi madre, sin la “lita” como la llaman mis hijos, y por más esfuerzo que hago en normalizar la situación, no deja de asustarme la llegada de esos días tan señalados.
Pero la realidad también es que, a día de hoy, el miedo solo existe en mi cabeza, en esos pensamientos que tengo de cómo me voy a sentir, o cómo voy a reaccionar al notar su ausencia, porque una vez más no estoy viviendo el momento presente, sino proyectándome al futuro.
Y sé que llegará el día en el que, en este blog, hablaré de ella, de esa mujer que, como poco, me dio la vida, pero aún no me siento preparada, aún no puedo escribir sobre ella sin derramar lágrimas, y cuando lo haga, lo quiero hacer, no desde la tristeza, sino desde el agradecimiento de haberla tenido como madre.
Y cada día me tengo que recordar que estas son fechas de celebración, y que los niños, son niños e intentan que todo su mundo esté lo más intacto posible. Por eso, lo normal es que busquen mantener las tradiciones como si no hubiera pasado nada, y sigan esperando los regalos, los turrones, las reuniones familiares…, porque las Navidades para ellos son un momento especial que implica mucha ilusión y fantasía.
Es verdad que no va a ser una Navidad como las de antes, eso es imposible, y tampoco puedo pretenderlo, porque de alguna manera estaría engañándome, y también engañando a mis hijos. Pero no dejan de ser fechas para compartirlas en familia, y estas Navidades, acompañaré a todos ellos, tal y como lo necesiten, compartiré la alegría y la ilusión de los más pequeños de la casa, pero también compartiré la tristeza de no tener a mi lado a mi madre, y la honraré haciendo lo único que puedo hacer bien: SER LA MEJOR VERSIÓN DE MI MISMA.