“- Nachooooo, ven aquí– Le digo a mi hijo pequeño por tercera vez.
-Dime mami– Me contesta como si nunca hubiera roto un plato.
– ¿Tienes deberes? – Le pregunto mirándole fijamente.
– Yo no, pero tú si- Me dice con una sonrisa de oreja a oreja.
– ¿Cómo que yo sí? – Le digo intrigada.
– Toma, el profesor ha dicho que lo tenéis que hacer los papas- Me dice dándome un sobre enorme.
– ¿Yo?, pero si yo ya fui al colegio, lo tendrás que hacer tú- Le respondo con cierta indignación.
– Que no mama– Me repite- Que David ha dicho que lo tienes que hacer tú.
Abro el sobre desconcertada, y veo cartulina, papel celofán, un dibujo y una hoja explicativa
– Espera, espera, no te vayas– Le digo a Nacho empezando a leer la hoja, cuya primera explicación, dice efectivamente que lo tenemos que hacer los padres “con ayuda de los hijos”.
– Mamaaaaa, es una vidriera, y yo no puedo hacerla, soy pequeño para utilizar un cutex- Dice mirándome fijamente a la cara.
– ¿Cutex? – Digo sin entender.
– Si mama, un cuchillito para hacer trabajos con cartulina. Así que… no te distraigas y empieza ya, que cuanto antes empieces, antes podrás jugar conmigo- Me dice repitiendo mis palabras de todas las tardes– Ah, y no lo hagas deprisa para acabar pronto que si no te saldrá mal- Me contesta dando media vuelta y dejándome con la palabra en la boca.”
¿En qué momento he vuelto al colegio y yo no me he enterado? ¿En qué momento mi hijo se ha creído que él no puede hacer un trabajo de artística?
Y es que no nos damos cuenta, pero día a día, transmitimos a nuestros hijos, tal y como hicieron con nosotros, un montón de mensajes, que repetitivamente dichos, se convertirán en creencias que los limitarán el día de mañana. Porque no somos conscientes como las creencias que tenemos asumidas como verdades infalibles, pueden llegar a limitarnos, o que levante la mano aquel que no ha dicho alguna vez “yo no sé pintar”, “yo no valgo para cantar” o “yo bailo fatal”.
Y esa idea que por norma general se ha convertido en una verdad infalible para nosotros, la hemos añadido a nuestro mapa mental sin cuestionarnos de donde viene o si es verdadera o falsa. Y es importante saber cuáles son nuestras creencias, porque son pensamientos que guiaran nuestra vida, y o bien nos limitaran, o bien nos potenciaran. De ahí que si nos cuesta cambiar ciertas actitudes o hábitos no saludables es posible que existan creencias que estén sosteniendo ese comportamiento e impidan el cambio. Esto es lo que se llama una creencia limitante, y cambiar dicha creencia, puede cambiar nuestra forma de actuar de forma determinante, sobre todo porque esas creencias no responden a verdades o a hechos demostrables, sino que son pensamientos asociados a ideas o sentimientos que tomamos como ciertos, ya sea por miedo, confianza o fe.
Las creencias tienen un poder extraordinario, que es el condicionamiento, y este puede ser determinante en nuestras vidas, tanto de forma positiva como negativa. Así una creencia limitante puede bloquearnos y no permitirnos llevar a cabo acciones lógicas, y del mismo modo una creencia potenciadora puede llevarnos a alcanzar los retos más imposibles
Así que desde hoy mismo me propongo ser consciente de mis creencias, de mis “no puedo…”, de mis “no valgo para…”, de mis “no se…”, con el fin de modificar mis acciones, pero sobre todo me propongo cambiar mi lenguaje, para intentar no transmitirles a mis hijos falsas ideas que se puedan convertir en “SUS CREENCIAS”