“- Me quieres?- Me pregunta Nacho.
– Claro mi amor, más que a nada en este mundo– Le respondo dándole un besazo con tal fuerza que hasta me he hecho daño en los labios.
– ¿Y a Sergio?- Contraataca como si nunca hubiéramos tenido esta conversación.
– También, como a ti– Le replico volviéndole a plantar un beso, esta vez con más delicadeza.
– ¿Y a papa?- Insiste cogiéndome del cuello y abrazándome fuertemente.
– Claro, sois lo más importante en mi vida– Le contesto mirándole fijamente.
– ¿Y a ti, tú te quieres?- Me dice- porque uno se tiene que querer el primero.
– Claro que sí, mi vida, si no te quieres a ti mismo ¿Cómo vas a querer a los demás?- Le digo con admiración- Y…¿donde has escuchado eso?- Pregunto sorprendida por su pregunta y afirmación.
– En ningún sitio mama, YO LO SE– Sentencia como si fuera un gran juez.”
Una vez más, mis hijos me vuelven a dar una gran lección y sigo sin aprender que ellos son grandes sabios y grandes maestros.
A veces me pregunto si soy la única persona en el mundo que tiene estos sentimientos de hacer lo que puede, y no ser suficiente. Siempre pienso que puedo hacer más, en mi trabajo, con mis amistades, con mi pareja y sobre todo con mis hijos, aunque en momentos así, en las que surgen estas conversaciones que parecen repetidas, pero que acaban de forma distinta, vea un rayo de luz, y sienta que a pesar de hacer lo que puedo, parece ser que lo que puedo va por buen camino.
Y es que el auto exigencia y el perfeccionismo son grandes enemigas del ser humano.
Y al buscar en el Diccionario de la RAE, la palabra exigencia (porque “auto exigencia” como tal no exista) me he llevado una sorpresa con su significado: “Pretensión caprichosa o desmedida”. ¡Vaya! y yo que siempre he considerado que ser exigente conmigo misma me llevaría por buen camino, y ahora va y resulta que es “caprichoso y desmedido”
Y tras la sorpresa inicial, busco perfeccionismo: “Actitud de la persona que tiende a buscar la perfección en lo que hace, mejorándolo indefinidamente sin decidirse a considerarlo nunca acabado”. Va a ser que este calificativo de mi persona tampoco es muy halagüeño, ya que verdaderamente hay muchas cosas por acabar en mi vida.
No sé si alguno se sentirá identificado con estos dos adjetivos, yo me los tatuaría en la piel, y es por eso que cada vez que me enfrento a una tarea nueva le doy mil vueltas (más de las que te puedas imaginar) y poco a poco empiezan a asaltarme pensamientos como “si no soy capaz”,” “y si no lo hago bien”, “y si fracaso”. Ahí es cuando la ansiedad se apodera de mí y me lleva a posponer la tarea en cuestión, “ya empezare mañana”. Para más inri, como le comente a alguien todo esto que me pasa por dentro, me contesta sin más “pero mujer, ponte a hacerlo y ya está”. Lo cual me hace sentir más pequeña, más incapaz, más incomprendida, y entonces entablo una negociación conmigo misma “mañana sin falta lo hago”. Así pasan y pasan los días hasta que llega el momento en que no me queda más remedio que hacer lo que tengo que hacer, y de manera obligada, realizo la tarea en cuestión, pero sintiéndome mal conmigo misma, por haberlo dejado para el último momento, por no haber sido responsable y constante.
Pero con el tiempo, me he dado cuenta de que se puede disminuir este grado de exigencia y perfeccionismo:
– Y desdramatizo, y me doy cuenta de que equivocarse es de humanos, y que la mayoría de errores que se cometen en un día no llegan a tener consecuencias trágicas.
– Y me concentro en lo agradable y corto esos pensamientos negativos que me paralizan.
– Y soy más flexible, y si mis aspiraciones son muy altas, bajo las expectativas y las adapto a las circunstancias.
– Y soy más tolerante y acepto los cambios y cuento con mis limitaciones y debilidades.
– Y me doy cuenta de que no pasa nada por fallar. ¿Cuál es el problema
– Y también tras mucho, he descubierto estrategias para controlar esta tensión que conlleva estas dos características de mi persona
– Y empiezo a aplicar el principio de: Menos es más y simplifico.
– Y me armo de paciencia, de no querer hacerlo todo de repente e incorporo nuevos hábitos poco a poco.
– Y hago un seguimiento de mis logros diarios y los reconozco.
– Y acepto mi kaos y mis contradicciones.
– Y disfruto de cada tarea en el momento de hacerla.
– Y hago una lista de las tareas que me causan presión y me libero de ellas cuanto antes.
– Y hago las cosas adecuadamente y no perfectamente.
Si bien, más bien tendría que utilizar el verbo “INTENTO” aplicado a cada una de estas estrategias, pero como me dijo una profesora del Master, el verbo “Intentar” hay que eliminarlo de nuestro vocabulario, y yo ya lo he hecho.