“- Mami, quiero hacer dieta– Me dice Nachete mirándome muy serio.
– ¿Y eso, cariño, ha pasado algo en el cole?, ¿Te han dicho algo que te haya molestado? – Le pregunto preocupada, remontándome a mi infancia.
– No mami, pero quiero adelgazar- Me responde elevando el tono de voz.
– Pero Nacho, le digo, hemos hablado muchas veces de esto, ¿Qué es lo que te digo siempre? – Le pregunto sabiendo perfectamente que sabe la respuesta, ya que es un tema recurrente entre nosotros.
– Que no se trata de hacer dietaaaaaaaa, sino de comer sano– Me responde con rintintín.
– Pues entonces lo que vamos a hacer es un plan para comer más sano, aunque tú ya sabes lo que hay que hacer porque mamá te lo ha explicado muchas veces- Le digo insistentemente.
– Siiiiiii, no comer chuches, ni dulces, más verdura y fruta, pero………pizza ¿podré comer una vez al mes? – Me dice con voz tristona.
– Si amor, puedes comer pizza, pero en vez de tres trozos, pues uno- Digo poniéndome a su altura y abrazándolo, aunque realmente no sepa bien quien de los dos necesita ese abrazo.
– Pues eso, quiero comer más sano, y ahora me voy a hacer caca– Me dice cambiando radicalmente de tema.
-¡ Hombre Nacho! Justo ahora que tenemos que irnos al cole, ¿no podías ir hace un rato?, vamos a llegar tarde-le increpo, dándome cuenta de lo absurdo de mi comentario, porque evidentemente hace media hora no tenía ganas.
– Si mama, ahora, porque hacer caca también es sano.
Ala, ya me ha vuelto a dejar con la palabra en la boca y la sonrisa en la cara, y es que Nacho dice verdades como puños, eso sí, sin filtro.
Y ahora es cuando me planto aquí delante de una hoja de papel, con el corazón encogido, sintiendo dentro de mí, dos fuerzas contrapuestas, una que me dice, suéltalo, habla ya del tema sin tabúes, tal y como lo has vivido, lo vives y parece ser que lo vivirás. Y otra fuerza que me dice, que no lo haga ya que la vergüenza se apodera de mí, y también la vulnerabilidad de descubrirme ante los demás.
Mi gente, aquella que me conoce desde hace años, sabe lo mucho que he luchado, lucho y lucharé (y parece ser que en este post los tiempos verbales se van a tener que usar en pasado, presente y futuro) con el tema de las dietas y los kilos. Como en mi vida, la fuerza de voluntad ha sido mi amiga que me ha hecho fuerte y dura en muchos momentos, y también mi gran enemiga y que me ha hecho sentir culpable e inferior en otras muchas ocasiones.
Y ahora, el miedo a que mi pequeño pueda pasar por el calvario de que el cuerpo, la imagen y el poder que se le otorga al físico, sea una carga en su vida, a que cobre más importancia de la estrictamente necesaria y se convierta en un lastre, hace que todos mis temores se agolpen en lo más profundo de mi corazón.
Porque si, yo debería crear el hashtag #sigo siendo la misma y gritarlo a los cuatro vientos en aquellas épocas en la que consigo deshacerme de mis kilos de más. O crear el hashtag ….. #sigo siendo la misma cuando poco a poco los voy recuperando hasta volver al comienzo del camino.
Tiemblo al pensar que mi pequeño pueda hacer depender su valía de su imagen, que se deje influenciar por lo que le digan los demás de su físico, que un simple comentario le pueda cambiar su forma de ser, de pensar y hasta de sentir.
Tiemblo al pensar que a mi pequeño se le juzgue por su imagen, que le hagan dudar de su fortaleza, que pueda sentir que si no cambia… no lo conseguirá, que se llegue a sentir tan presionado por conseguir una imagen ideal que pueda llegar a caer enfermo.
Y si tiemblo… es porque yo me he sentido así, porque yo lo he vivido así, porque yo si me lo he creído. Porque me he sentido juzgada y criticada por mi imagen, no solo por los demás, sino fundamentalmente por mí, porque me he sentido culpable por no tener fuerza de voluntad para llevar a cabo una dieta, porque he sentido vergüenza de que me vean vestida, en bañador o desnuda, porque he hecho y he dejado de hacer miles de cosas por mi aspecto físico, porque he sentido que no era valiosa por no tener una imagen determinada, porque todo mi pasado siempre ha tenido un denominador común, la importancia de la imagen en mi día a día.
Y es que en la actualidad el ideal de imagen corporal es un cuerpo delgado, por lo que si una persona es delgada se cree que es sinónimo de triunfo, éxito, de felicidad; a comparación de aquellas personas que no son delgadas o engordan, implica sentimientos asociados al fracaso, al descuido, la infelicidad. Y con esto no quiero decir que no deseo en muchos momentos tener el cuerpo de una super modelo, sino que me cuestiono si este ideal da la felicidad, y si estar delgado es sinónimo de salud y tener sobrepeso sinónimo de enfermedad.
Y a estas alturas de mi vida, y con lágrimas en mis ojos lanzo el hashtag #sigo siendo la misma. Hoy por hoy mi cuerpo es un reflejo de mi vida, y solo por ello debería aceptarlo y amarlo, en esta época y en otras en las que tenga otra forma distinta.
Y también sé que aprender a aceptar y amar mi imagen toma tiempo, sobre todo porque han sido muchos años demonizándola, habrá días en los que me sienta más a gusto y otros en los que no quiera ni mirarme al espejo, pero solo tengo que repetirme una y otra vez #sigo siendo la misma. Porque aceptarme supone aceptar quien soy, física y personalmente, saber cuáles son mis cualidades y cuales mis defectos, es darme a conocer y mostrarme tal y como soy, sin mentiras, sin facetas y sin máscaras, y saber que mi imagen ha cambiado, cambia y cambiará, pero que a pesar de todo sigo siendo YO.