“- Mi amor, si tienes pelusilla en el bigote- Le digo a Sergio inspeccionándole la cara.
– ¿De verdad? , no puede ser– Me dice saliendo corriendo hacia el cuarto de baño.
– Siiiii, Ainsssssssss, dentro de nada te tienes que afeitar– Respondo llevándome las manos a la cara.
– Es verdad- Grita mirándose al espejo- Ay mami yo no quiero crecer– Me dice con vocecita angelical.
– ¿Cómo?, debes de ser el único niño que no quiere hacerse mayor– Le digo sorprendida, recordando como yo a su edad lo único que quería era crecer.
– No mama, ser niño es mil veces mejor, YO NO QUIERO SER MAYOR.”
Ahí es cuando lo miro, lo analizo y me doy cuenta de cómo ha pasado el tiempo, de que mi niño, ya no es mi niño, es mi adolescente y que a lo mejor no he aprovechado bien el tiempo de su niñez.
Y me vuelvo a poner melancólica y reflexiono en la poca importancia que le damos al momento presente, de cómo vivimos orientados hacia el día de mañana, el fin de semana o las vacaciones de verano, sin darnos cuenta de que se nos escapan de las manos las pequeñas cosas que luego se convertirán en recuerdos, como cuando Sergio corrió en el jardín detrás de una “balilula” y yo detrás de él sin saber que perseguía, hasta que dos tardes después averigüé que era una libélula.
Y me vuelvo a poner melancólica y reflexiono de lo poco que decimos te quiero a las personas que tenemos al lado, de lo importantes que son a veces las palabras, hasta que llega un 6 de mayo, día de la madre y te das cuenta de que tú no tienes a quien felicitar, porque tu madre ya no está en este mundo, aunque te acuerdes de ella todas las mañanas al levantarte, aunque sepas que siempre estará en tu corazón.
Y me vuelvo a poner melancólica y reflexiono de lo mucho que exigimos a los que tenemos al lado, de lo mucho que queremos que cambien y se acoplen a lo que nosotros deseamos, que dejen de ser aquello que son para que se conviertan en aquello que hemos imaginado, sin darnos cuenta que lo que demandamos en los otros es lo que nos falta a nosotros mismos, y que donde hay que buscar es en nuestro interior.
Y me vuelvo a poner melancólica y reflexiono……….y cuanto más reflexiono más me doy cuenta de cómo mis pensamientos dominan mi vida, hasta tal punto de llegar a creerme que soy esos pensamientos, y cuando mi cabecita no para, la cosa se complica para mí y para los demás. Porque mi manera de pensar es inversamente proporcional a mi forma de disfrutar. Cuanto más pienso, menos siento, menos disfruto de mi casa, de mi trabajo, de mi familia, de mis amigos, pero sobretodo menos disfruto de mi misma, de lo que quiero, de lo que necesito, de lo que me gusta y de lo que me disgusta, de lo que me hace vibrar y de lo que me mueve de verdad. Cuanto más pienso menos disfruto de los abrazos de mi marido y de los besos de mis hijos, de las risas con mis amigos y de las charlas con mis confidentes, de la satisfacción de hacer mi trabajo y de la ilusión de crear proyectos nuevos, en definitiva de vivir.
Así que mientras veo como Sergio se convierte en adolescente, y Nacho deja de ser mi bebe, voy a coger de la mano a mi marido, a mis hermanos y a mis amigos y recorrer el camino desde el corazón y no desde la mente, andando con paso firme hacia adelante, disfrutando de cada segundo de nuestras vidas porque no quiero volver a decir……….”me pongo melancólica y reflexiono…”