“- Sergio no llores– Consuela Nacho a su hermano con cariño.
-Déjame en paz, no me entiendes-Le responde Sergio con acritud.
– Es que no puedes llorar por esa tontería– Le dice Nacho.
– Que me dejes en paz, eres un sabelotodo– Le recrimina su hermano.
– Y tú un sensible– Responde Nacho.
– Pues tu un orgulloso– Dice Sergio gritando.
– Y tu un fantasioso – Continua Nacho.
– Ehhhhhhh– intervengo yo viendo que la conversación está subiendo de tono- Ya está bien ¿no?. No será mejor deciros que te comportas como un sensible, o como un orgulloso, en vez de deciros que sois tal o cual cosa. Yo no creo que siempre Sergio sea sensible, ni que tú, Nacho, seas siempre un orgulloso, sino que a veces os comportáis como tal, ¿o no?.
Esta vez el emoticono de sorpresa más el emoticono de no entiendo lo que me dices es el que aparece en la cara de mis hijos, y no en la mía, para variar.
Pues sí, me gustaría de vez en cuando hablaros de lo que voy aprendiendo en el Master que estoy haciendo, y esta conversación entre mis retoños tiene mucho que ver con lo que se llama EL ENEAGRAMA DE LA PERSONALIDAD.
Y voy a intentar explicároslo desde mi experiencia, yo que siempre he pensado que soy una tía bastante insegura, muy sensible, soñadora, un poquito dramática, orgullosa, rebelde y muchas otros rasgos más que no voy a desvelar (por dejar un poquito a la imaginación de aquellos que me conocen) de repente he descubierto que no soy así, sino que funciono así en muchas ocasiones y que ese funcionamiento, que seguramente me ha ayudado a afrontar etapas duras de mi vida, no son rasgos de mi carácter en esencia, sino que son rasgos del ego que he creado desde que nací. Para mí eso supuso una liberación, porque, por primera vez no me sentí identificada con aquella parte de mi personalidad que digamoslo así, no me gusta, sino que sentí que yo era otra cosa y que si yo sé cómo funciono, como tiendo a defenderme, podré cambiar aquello que me entorpece en mi día a día.
La palabra Eneagrama significa en griego “nueve líneas” y describe a grandes rasgos, nueve tipos de personalidad, cada uno con su propio modelo mental. Y este modelo vendría a ser unas gafas a partir del cual filtramos la realidad que es objetiva de forma subjetiva y que determina qué nos mueve a funcionar de una determinada manera. Vendría a ser como un esqueleto psicológico que determina nuestros principales rasgos de carácter, incluyendo nuestros defectos y cualidades, qué deseamos y de qué tenemos miedo, e incluso él porque tropezamos una y otra vez con lo mismo a lo largo de nuestra vida.
De este modo si funcionamos como un Eneatipo 1 (el que quiere ser perfecto) somos personas autoexigentes y críticas, porque tenemos tendencia a sentirnos imperfectos, y dado que la perfección no existe tendemos a frustrarnos con facilidad, tenemos la tendencia a estar convencidos de que nuestra forma de ver las cosas es la única verdadera, e intentamos imponer nuestro punto de vista sobre aquellos que piensan o actúan diferente.
Podemos actuar como un Eneatipo 2 (el que necesita amor) somos personas que no nos queremos a nosotros mismos, porque pensamos que amarse es un acto egoísta, por lo que priorizamos las necesidades de los demás por encima de las nuestras. Creemos que cuanto más ayudemos a la gente, más nos querrán y más feliz seremos, pero esto nos vuelve dependientes e incapaces de estar en soledad.
O bien podemos movernos como un Eneatipo 3 (el que necesita valoración), no nos valoramos a nosotros mismos por lo que es necesario destacar en algún ámbito para que nos tengan en cuenta. Determinamos nuestra valía personal en nuestros triunfos profesionales y en el estatus social alcanzado olvidando quienes somos realmente porque nos creamos una máscara de cara a los demás.
Si funcionamos como un Eneatipo 4 (el que necesita atención), sentimos un complejo de inferioridad que nos lleva a querer convertirnos en una persona única, especial y diferente y tendemos a compararnos con la gente, considerando que nos falta “algo” para poder ser feliz, y esto nos lleva a la melancolía y a la tristeza, sintiéndonos incomprendidos y con frecuentes altibajos emocionales.
Al comportarse como un Eneatipo 5 (el que teme expresar sus sentimientos) somos incapaces de relacionarnos emocionalmente con los demás, por lo que nos mostramos distantes, fríos y reservados, encerrándonos en la soledad y regodeándonos en nuestro mundo racional, teórico e intelectual. Tendemos a acumular información y conocimiento sin sentirnos preparados para pasar a la acción.
Si nos conducimos como un Eneatipo 6 (el que teme tomar decisiones) ya que no confiamos en nosotros mismos y nos invade el miedo y la ansiedad por potenciales problemas futuros, viviendo en un permanente estado de alerta. Al sentirnos inseguros por dentro, tendemos a preocuparnos obsesivamente con tomar aquellas decisiones que garanticen la seguridad y certeza de que todo irá bien, y para aplacar nuestras dudas, solemos preguntar a otras personas que hacer o que no hacer.
Podemos proceder como un Eneatipo 7 (el que teme sufrir) no soportamos contactar con el vacío y el dolor que hay en lo profundo de nosotros por lo que desarrollamos una personalidad divertida, alegre y positiva, utilizando el sentido del humor como mecanismo de defensa, y buscando el placer a corto plazo. Vivimos en el futuro, siendo muy dispersos y nos cuesta estar presente y concentrarnos.
O bien actuar como un Eneatipo 8 (el que quiere tener el control) tendemos a tener miedo a que nos hagan daño, y nos protegemos tras una coraza, viviendo siempre a la defensiva y reaccionando agresivamente cuando nos sentimos amenazados. Nos gusta estar al mando de las situaciones, sintiendo que tenemos que proteger nuestra vulnerabilidad, considerando que la mejor defensa es un buen ataque.
Por último, podemos funcionar como un Eneatipo 9 (el que quiere evitar el conflicto) no sabemos lidiar con el enfado de quienes nos rodean, tendiendo a pasar inadvertido para no molestar a nadie. Nos cuesta mucho decir que “no” a los demás por temor a que se enoje y así para pasar inadvertido escuchamos más que hablamos y nos amoldamos al pensamiento general, resignándonos fácilmente, lo que nos lleva a regodearnos en la apatía, dejadez y pasividad.
¿Te sientes identificado con alguno de ellos? Esto es solo una pincelada de lo que esta herramienta de trabajo personal nos indica, si queréis ahondar en el tema os recomiendo un libro muy fácil de leer titulado “Encantado de conocerme” de Borja Vilaseca, en el cual explica más detalladamente todo esto que a grandes rasgos os he explicado. Si lo pensáis bien, el conocer mi tendencia a actuar de una determinada manera no solo me ayuda a mí, sino que el conocer la tendencia a actuar de aquél que está a mi lado, y que me incomoda en ocasiones, me ayuda a ser más comprensiva, más tolerante y en definitiva a estar más en paz conmigo misma.