“- Buenos días mama, hoy es mi cumpleaños– Me dice Sergio, ¿serio?, no, es que le está cambiando el tono de voz.
– Buenos días mi amor, felicidades, 12 añazos- Le digo plantándole un beso como si tuviera 6.
– Si mama, que ilusión, por fin llego el día de celebrarlo con mis amigos– Me dice con cierto nerviosismo.
– Claro, que sí, tu primer cumple de super mayor, solo con tus amigos– Le contesto disimulando la pena que me da que se haga mayor.
– Si mama, queda oficialmente abierta la temporada de la preadolescencia– dice comenzando a reír.”
¿Desde cuando se ha convertido mi hijo en cómico chistoso?
Y es que desde hace algunos años los cumpleaños de mis hijos los vivo con cierta melancolía, no solo porque añoro las fiestas con globos, piñata y todas esas cosas que hacen que vuelva a recuperar durante unas horas mi faceta de niña, sino porque tengo la sensación últimamente con mi hijo mayor, que empieza a volar solo, y que yo como madre, tengo que cerrar mis alas, para que el comience a desplegar las suyas.
Y es que ahora con Sergio, tengo una mezcla de sentimientos y emociones que a veces se apoderan de mí. Porque mi hijo ya no quiere juguetes, sino dinero “para meter en los juegos de la Play”, ya no cree en Papa Noel ni en los Reyes Magos y se avergüenza si le doy un beso delante de sus amigos.
Ahora mi hijo empieza a defender sus propias ideas, a tomar sus propias decisiones e incluso a darse cuenta de que hay momentos en la vida que son difíciles, y que hay que saber gestionarlos.
Y como buena madre coraje que soy, aun me sale mi vean sobreprotectora y muchas veces me tengo que morder la lengua para no decirle lo que tiene que hacer, y con la boca pequeña le digo: “no sé, Sergio, decide tú”, esperando que tome el camino correcto y no se equivoque.
Pero el hecho que tengo que asumir, es que mi hijo se equivocara en ocasiones, a veces se sentirá mal con sus amigos, y llegara el momento en que incluso le romperán el corazón.
Y si me pongo analizar bien la situación, realmente lo que tengo es miedo, mucho miedo, porque me doy cuenta de que poco a poco voy perdiendo el control sobre mi hijo y ya no estoy delante de él para ver que hace cuando no esta en casa.
Y ahí es cuando debo ser consciente de que un hijo no es una propiedad y que tengo que dejarle volar, poquito a poco, pero siendo consciente de que es lo mejor para él, ese es el paso a su edad adulta.
Así que, este año tomo conciencia de que cada año que pase su ansia de independencia será inversamente proporcional a mi melancolía, su no necesitar a su madre a mi necesidad de control hacia él, y sus ganas de volar a mis ganas de que se quede.