“- Mama, ¿Cuándo comienza el cole? -Me pregunta Nachete.
– Mañana, mi amor, mañana– Contesto yo con ilusión.
– ¿Y cuánto queda para el verano? -Me pregunta inquisitivamente.
– Tres meses, cariño- Respondo- Empieza la recta final en el cole, y hay que ponerse las pilas, porque claro…- Uy que me embalo con el discursito de turno sobre las notas, los deberes y el verano.
– Valeeeee, valeeeee- Me frena Nacho– Que pesada, todos los años lo mismo-Me dice hablando con rin tintín– Si nosotros somos muy listos mama, tu misma no paras de decírnoslo- Contesta dando media vuelta y saliendo de la habitación.”
Y una vez más me quedo con la palabra en la boca, sin saber que decir, con cara de apardalada, porque parece ser que la única que se estresa con el tema de los estudios soy yo.
Y es que últimamente parece que me estreso por todo, estoy más susceptible, más ansiosa, hago de un grano de arena una gran montaña, cualquier comentario me afecta más de lo normal, estoy más negativa y al final siempre acabo pagándolo con los que tengo más cerca de mí y eso me lleva inevitablemente a algo con lo que estoy acostumbrada a llevar en mi mochila: la culpa
Y que levante la mano el que no se ha sentido culpable por haber gritado a los niños, por haber contestado mal a nuestra pareja, por haber sido agresivo con un compañero de trabajo o simplemente por no saber gestionar nuestras propias emociones.
Y esa culpa, hace que últimamente me pase pidiendo perdón a diestro y siniestro, esa culpa me auto agrede y hace que la crítica se apodere de mí, hacia mí y tras pasar un ratito castigándome, hacia los demás.
Y es que todos nos equivocamos, es inevitable y eso conlleva a que también sea inevitable en ocasiones dañar al otro, porque no siempre sabemos cómo reaccionar ante determinadas circunstancias, o porque siempre hemos actuado de la misma forma, utilizando mecanismos de defensa que se han convertido en pautas de comportamiento erróneas e inconscientes. Pero este sentimiento de culpa únicamente nos aleja de la posibilidad de tomar una actitud activa de reparación, o dicho de otro modo, nos hace mal y sobre todo nos impide avanzar.
Y al final todo me lleva a lo de siempre, a la aceptación, a la aceptación incondicional de uno mismo, y a la aceptación de los errores cometidos como una parte más de mi ser, aquella parte de la que me cuesta hacerme amiga, aquella parte que intento ocultar, aquella parte que representa mi sombra, pero que también me pertenece.
Así que una semana más me propongo seguir pidiendo perdón una y mil veces, siempre que me equivoque, siempre que me pase de la raya, pero pediré perdón desde la aceptación de mi misma, de mi polaridad, entendiendo que soy la persona alegre que quiero ser, pero también la triste que a veces escapa, la dócil que intenta agradar y la hostil que daña, la valiente que lucha diariamente y la cobarde que no quiere enfrentarse a sus miedos, y desde esta aceptación incondicional, me propongo aprender a gestionar mis emociones, y cuidarme y por consiguiente….cuidar a los demás.