“- Ohhhh ¿mami lloras?- Gran abrazo de mi hijo Sergio.
– Si hijo, estoy un poco agobiada– Contesto sin saber muy bien que decir.
– Ohhhh- Me sigue dando besitos.
– Bueno, no pasa nada, enseguida se me pasa, es que soy de lagrima fácil– Le digo abrazándome a él con fuerza.
– Mi mamiiiii– Me abraza Nacho que también está pendiente de mi estado emocional.
– Besos, besos, besos, ya me siento mejor– Digo sintiéndome reconfortada por momentos.
– Genial, mama, entonces… ¿Cómo vamos a celebrar el fin de año esta noche?.
Ala, se acabó el drama para Nachete, lo importante es lo importante, y es que hoy hay que despedir el 2018 y dar la bienvenida al 2019
Hoy es el día en el que se debe de analizar la cuenta de resultados del año, la de pérdidas y ganancias, los objetivos cumplidos y los que se han quedado por el camino. Lo logrado, malogrado y olvidado. Lo ganado, lo perdido, lo soñado y lo deseado.
Hoy es el día en el que parece como si pudiéramos hacer borrón y cuenta nueva y volviera a comenzar el marcador a cero.
Y tengo que reconocer que yo soy de las que hacen balance en este día, de las que se han ponen objetivos para el año nuevo, de las que con cada uva pide un deseo, de las que sí puede se pone ropa interior roja, tira un anillo en la copa de champan y da tres saltítos dando vueltas y haciendo el pino si es preciso.
Y es que un año nuevo está a punto de nacer, y es como si comenzara un libro en blanco que nosotros mismo vamos a empezar a escribir, y yo este año lo quiero escribir con buena letra y con rotulador rosa.
Y es que este año solo me voy a centrar en dos cosas, esas que creo que me dan paz y tranquilidad, esas cosas que por más que las repita, las intente practicar y hasta las predique a los cuatro vientos, se me olvidan muchas veces, dejándome llevar por todo lo contrario, el pasado, el futuro y el rechazo.
Así que este año única y exclusivamente voy a centrarme en vivir el presente, el ahora, olvidándome del victimismo del pasado y de la ansiedad por el futuro.
Este año solo única y exclusivamente voy a centrarme en aceptar lo que venga como aquello que es lo mejor para mí, aceptar a los demás tal y como son, y no tal y como yo quiero que sean. Aceptar la realidad tal y como es, sin gafas de color amarillo, azul o rosa, simplemente observando su tonalidad natural, sin resignación, simplemente viviendo, observando, disfrutando y agradeciendo.