“- Mami, sabes que te digo– Me dice Nachete con un gran abrazo.
– ¿Qué mi amor? – Le contesto apretándolo contra mi.
– Da igual lo que digan los demás, si que lo vas a conseguir– Me anima dándome un gran beso.
– Claro que si, cariño– Lo sigo apretando.
– Yo lo sé, digan lo que digan, yo creo en ti.”
Cuando alguien ama de verdad, solo tiene palabras de ánimo para quien lo necesita.
A veces pienso que hay cosas que no merecen la pena. Darte contra la pared una y otra vez contra el mismo muro hasta que se convierte en el muro de las lamentaciones.
Y la pregunta es, ¿Qué tipo de relación quieres tener?.
Esa pregunta me la hicieron ayer mismo, y por duro que resultaba contestarla, la realidad era una sola, como dice un maestro para mí, neutra y objetiva. Si no hay relación, no puedes pretender tener una.
Y es que hay veces que por mucho que quieras tener un tipo de relación, si la otra parte no está dispuesta a ello, es imposible seguir manteniendo expectativas que no se van a cumplir nunca.
A veces creo que es mejor tomar distancia hasta que sanen las heridas, y lo cierto es que puede ser que esas heridas no cicatricen nunca, por lo que a veces es mejor alejarse y dejarlo pasar.
Entonces, ¿Qué tipo de relaciones no quiero en mi vida?
Pues no quiero ese tipo de relaciones en las que parece que siempre hacen por ti. En las que te menosprecian si no compartes sus ideas. En las que te desmotivan en tus retos y objetivos.
Ese tipo de relaciones en las que no hablas de igual a igual, sino de YO a tú, en los que es mejor callar, porque parece que si callas… no existe.
Relaciones en las que no se tiene en cuenta las necesidades del otro, sino únicamente las propias, esas en las que parece que siempre el otro es más que tú, en todo.
Y el hecho es que, en este tipo de relaciones no solo tiene la culpa uno solo. Lo toxico siempre se refiere al menos a dos, pero lo cierto es que nunca son relaciones de buenos y malos, sino de vínculos y formas de relacionarse inadecuadas y destructivas.
Lo principal es darte cuenta de si esa relación es inadecuada para ti, y un síntoma inequívoco es la sensación que tienes cuando estas dentro de esa relación. A veces se siente una especie de pesadez, o bien irritación, incluso culpabilidad o tristeza, y la mayoría de las veces te sientes emocionalmente agotado, te desgastas lenta y progresivamente.
Al final se trata de una relación en la que ambas partes o una de ellas sufre más que disfruta. Entonces llega el auto engaño, pensar que si no mostramos nuestro malestar evitaremos el conflicto con lo cual aumentan los problemas de comunicación hasta llegar al “si no se habla, no existe”.
NO, yo ya no quiero ese tipo de relaciones en mi vida. Quiero relaciones basadas en la confianza, esa que se gana con el trato, relaciones entre iguales basadas en el respeto, en el compartir, en la comunicación. Esas en las que el pasado no importa, lo que importa es el ahora, en las que existe el perdón y las gracias, en las que la perseverancia, el compromiso y las ganas de estar con los otros sea lo que prime.
Ahora voy a apostar por relaciones más genuinas, más satisfactorias. Necesito urgentemente reaprender a relacionarme con los otros, porque el verdadero cambio tiene su origen en mí, en cada uno de nosotros.
Y es que, SI YO CAMBIO, TODO MI MUNDO CAMBIA