“- Arrgggggggggggggggg, ¡Que desesperación! – Grito delante del ordenador.
– Pero ¿Qué te pasa mamá? – Pregunta Sergio con cierto tono burlón.
– ¿Qué me pasa?, ¿Te digo lo que me pasa? Pues que llevo tres horas y media para conseguir descargar este programita de las narices– Le digo como si el pobre niño tuviera la culpa de que su madre sea una autentica zopenca para todo lo relacionado con las nuevas tecnologías.
– ¿Me dejas a mí? – Me pregunta con tono de sabiondo ahora. Porque sí, mi hijo preadolescente utiliza ese tono cuando tiene la seguridad de saber más que yo sobre algo.
– Pero si no lo entiendo ni yo – Contesto toda digna.
– A ver quita, acuérdate del otro día que te solucione el problema con el móvil – Su tono a pasado a ser compasivo, bueno más bien utiliza el tono de “Pobre mujer que torpe es”.
– Mira mama, ya está, es que no le has dado a este botón. La próxima vez me pides que te lo haga y te ahorras tres horas y media – Sale de la habitación muerto de risa.”
Socorro, que alguien me salve de mi hijo preadolescente y de todo su conocimiento tecnológico porque creo que con mi torpeza me espera mas de un zasca a toda mi persona.
Y es que, si os digo la verdad, últimamente he tenido que aprender todo lo que en todos estos años no he aprendido, programas informáticos, diseños de páginas, programas de correo masivo, y cada vez que, después de que me hayan explicado su utilización, he querido hacerlo sola, cada trabajo me ha costado el doble o el triple de tiempo de lo que normalmente se tarda en hacerlo.
Esto me ha llevado a tener lo que denomino “picos de autoestima”. Ante el ordenador mi autoestima puede fluctuar entre el 0,5 de “no tengo ni idea de como se hace…que horror”, al 5,5 de “bueno en dos horitas he aprendido como descomprimir un video y adjuntarlo en una presentación” al 8,5 de “por fin he acabado, y que guay me ha quedado, total solo me ha costado 4 horitas”.
Hasta tengo una amiga que desesperada el otro día explicándome una cosa por teléfono me dice: “Mira, descárgate este programa que es gratuito y cuando lo tengas en el ordenador me llamas”. Yo, que soy muy obediente así lo hice, y cuando la llamo para indicarle que la tarea encomendada la había hecho satisfactoriamente, me dice: “Ala pues, muy bien, dame la contraseña” y tres segundos más tarde “Ya estoy en tu ordenador, ¿ves cómo muevo yo la flechita? Pues déjame a mí que vamos a acabar antes”.
Socorro, cuando acabó, le dije “Gracias amiga, pero por favor sal de mi vida”, tenía la sensación de que no solo estaba controlando mi ordenador, sino que me estaba mirando lo que hacía, donde lo hacía, como lo hacía e incluso como lo pensaba.
Pero como bien digo, a pesar de mis picos de autoestima, y de como en muchas ocasiones, el ordenador, la tele o el móvil pueden con mi paciencia, lo cierto es que este aprendizaje constante en el que me muevo últimamente me hace sentir cierto grado de satisfacción, y por que no decirlo cierto grado de “vidilla”.
Y es que a pesar de sentir en muchos momentos que me he quedado desfasada, he sentido también la grandeza de que nunca es tarde para aprender, de que nunca es tarde para hacer aquello que quieres, tal y como quieres, a pesar de que eso suponga horas y horas de ensayo-error y además he practicado la humildad, ya que no solo he tenido que pedir ayuda a gente experta, sino que he tenido que pedir ayuda a esos seres pequeños que me rodean y que en esto, como en muchas otras cosas saben mucho más que yo.
Así que os dejo el enlace de un video de Youtube que se llama “Cuando tu madre no entiende la tecnología”. https://www.youtube.com/watch?v=Qpa7bJ1QAag. Unos humoristas de la televisión aragonesa han elegido para parodiar este tema, el inmortal himno de Queen, ‘Bohemian Rhapsody’ y yo no pude parar de reir, por sentirme taaaan idenficada… No te lo pierdas.